Motivación

Cuando la conducta es impulsada, cuando se activa y se dirige hacia una meta se habla de motivación. Existen diversos enfoques sobre la motivación humana, considerando, por una parte que existen determinantes biológicos que activan y dirigen la conducta y por el otro, que la condición humana regida por una total libertad (libre albedrío) que en ejercicio de su voluntad tiene la capacidad de sobreponerse a los impulsos primarios biológicamente definidos. La Psicología está interesada en aquellos factores que animan, que estimulan a que las personas se comporten de tal o cual manera y que tome tal o cual dirección. A continuación se describen las principales teorías que explican la naturaleza de la motivación humana.

Teorías de la motivación

Teoría del Instinto. Una de las más tempranas teorías de la motivación postulaba que el comportamiento humano está impulsado por disposiciones o tendencias innatas, específicas de la especie humana y difícilmente modificables por la experiencia. William McDougall en 1908 planteó una teoría de la motivación en la que el comportamiento humano se encuentra impulsado por instintos. Inicialmente había formulado una lista de 20 tendencias instintivas, luego la lista había ascendido a más de 10.000 conductas instintivas. Toda la conducta, desde la agresividad hasta la atracción interpersonal estaba relacionada con un instinto específico. Esta teoría fue muy criticada, especialmente por el hecho de que las conductas instintivas son muy rígidas en cada especie. Pensemos, por ejemplo, en las aves que construyen sus nidos, todas las de la misma especie lo hacen de la misma forma. Un paralelismo equivalente en la conducta humana es sumamente escaso, por lo que es difícil suponer que pueda explicarse por tendencias instintivas (fuente: Strickland, 2001, p. 440).

Teoría de la Necesidad. En general se admite que uno de los motivos más fuertes es la necesidad –conocida también como teoría de la homeostasis–. Cuando el cuerpo tiene una necesidad, generalmente como resultado de la pérdida de equilibrio interno por haber agotado sus fuentes de energía (como la hidratación) se genera un “empuje” en forma de incomodidad, molestia o disgusto lo que se conoce como pulsión o impulso. Cada persona ejecuta una acción orientada a recuperar el estado de equilibrio original (homeostasis), que produce una sensación agradable de satisfacción. La siguiente secuencia resume la teoría de la necesidad:

Necesidad Impulso o pulsión Conducta orientada a una meta

Teoría jerárquica de las necesidades. Abraham Maslow, desde una perspectiva diferente, indica que “Una teoría consistente de la motivación debería asumir, (…) que la motivación es constante, inacabable, fluctuante y compleja, y que es una característica casi universal de prácticamente todos los estados organísmicos en cuestión.” (Maslow, 1954/1991, p. 9). Por tanto, las necesidades no pueden igualarse, simplemente, a un desequilibrio físico o fisiológico, debe entenderse como un estado global del individuo. Plantea, que las necesidades se organizan en forma jerárquica (“la pirámide de Maslow”, cabe aclarar que en su obra no aparece ninguna gráfica de la pirámide). Esta teoría asume la existencia de necesidades básicas, necesidades cognitivas básicas y un estado de desarrollo superior, la Autorrealización. De esta manera se conforma una jerarquía de necesidades que a medida que se satisfacen estimulan la orientación del comportamiento hacia la consecución efectiva de necesidades de orden superior. “[…] cuando éstas a su vez están satisfechas [las necesidades fisiológicas], de nuevo surgen otras necesidades (todavía más superiores) y así, sucesivamente.” (Maslow, 1954/1991, p. 23). Además de las necesidades que se presentan en la figura de la página siguiente, se identifican necesidades cognitivas que son tan importantes como las necesidades básicas y las superiores. Específicamente indicó que cobran vital importancia la necesidad del saber, del comprender y las necesidades estéticas, caracterizadas como un impulsos por apreciar la belleza y estar rodeado lo más posible por ella.

Figura 27. Modelo jerárquico de las necesidades de Maslow.

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Teoría del deseo. Para Sigmund Freud el impulso motivacional primario es la búsqueda del placer puesto que ésta restablece el equilibrio y la sensación de bienestar. El principio general que mantiene activa y dirige el comportamiento es la búsqueda de placer y la evitación del dolor. Un impulso permanente busca su satisfacción y opera mediante los siguientes elementos: 1) la perentoriedad, o cantidad de energía pulsional; 2) el fin, que es la satisfacción; 3) el objeto, que constituye aquello que puede satisfacer el impulso –cabe señalar que para el psicoanálisis el objeto de deseo no es fijo, el deseo puede revestir a diferentes objetos dependiendo de la posibilidad de satisfacción– y puede que por “fijación” o “regresión” hayan sido adoptados durante la infancia y permanecen inconscientes; 4) la fuente del deseo, que no está no se encuentra claramente definida (Freud, 1915/1993). Por todos los medios, la pulsión inconsciente busca satisfacerse y cuando no lo consigue (sea por impedimento externo o por represión), activa complejos procesos indirectos de satisfacción: los sueños,  las fantasías o los síntomas neuróticos; normalmente en la vida cotidiana se consigue mediante la sublimación de los impulsos sexuales (las actividades “socialmente aceptadas” se convierten en objeto de satisfacción).

Teoría de la activación. Otra teoría de la motivación, biológicamente orientada, es la teoría de la activación o excitación, la cual plantea que cada persona debe alcanzar su “nivel óptimo” de activación, actuando de forma que aumente este nivel cuando sea demasiado bajo y disminuya cuando es demasiado alto; los investigadores han descubierto que las tareas difíciles, las que “crispan los nervios”, se logran mejor a niveles de excitación moderados, mientras que las más fáciles se pueden completar con éxito en niveles más altos (Strickland, 2001, p. 441). Entonces, el comportamiento se orienta a mantener un nivel óptimo acorde con el tipo de actividad. (Morris y Maisto, 2009).

Teorías cognitivas de la motivación. Las teorías consideradas hasta ahora ponen énfasis en impulsos internos de carácter biológico o inconsciente, sin que participe la voluntad. Los impulsos motivacionales surgen de la acumulación de energía que busca su descarga para recuperar el equilibrio. En contraposición, otras teorías postulan la importancia de la intencionalidad de la conducta. Atkinson formuló una teoría que explica el comportamiento en términos cognitivos, las expectativas, el incentivo y las características personales juegan papeles fundamentales. Específicamente sostiene que la intensidad con que una persona tiende a actuar para obtener un objetivo específico debe denominarse tendencia (T)
–que sería la motivación propiamente pero prefiere este término para evitar confusiones–, la cual depende de un factor inespecífico, como un rasgo relativamente estable en cada persona, denominado motivo (M), éste se ve influido por los estímulos del entorno inmediato que determinan la intensidad de expectativa (E) que tiene cada persona sobre los resultados inmediatos considerando el valor del incentivo (I), de esta forma se obtiene una fórmula de la motivación: T=M∙E∙I (Todt, 1982).

Otra teoría, conocida como teoría ingenua de la motivación, que complementa la teoría de Atkinson (Todt, 1982), plantea que la energía que cada persona le imprime a un determinado comportamiento se encuentra estrechamente relacionada con la atribución de causalidad, es decir, si la causa depende de la propia persona o de aspectos externos. Rotter, quien formuló esta teoría como asignación de causalidad denominó a este proceso “Locus de Control”. La persona que considera que el logro de un determinado objetivo no depende de su acción o desempeño sino de factores externos (como la suerte, fuerzas superiores, el destino, o la voluntad de otras personas) presenta locus de control externo; si la persona confía en que la situación depende de su propia acción o desempeño presenta locus de control interno. Estos procesos cognitivos funcionan como motivadores. La energía que una persona le imprime a una acción estará mediada por la asignación de causalidad, manifestando una tendencia más fuerte hacia acciones en las que perciba que el locus de control es interno. Otra teoría que se complementa con ésta, aunque no se refiere específicamente a la conducta motivada, es la teoría de la disonancia cognitiva de Festinger. Sostiene que las personas tienden a formular justificaciones consistentes con sus acciones, aunque las mismas no sean coherentes con la realidad ni el sentido común. Por ejemplo, cuando se fracasa en el intento de alcanzar un objetivo, se elaboran pensamientos que justifican el fracaso, o cuando una persona mantiene patrones de conducta que le son nocivos o perjudiciales (como no cumplir con algunas obligaciones, descuidar la salud, fumar o beber en exceso) ofrecen explicaciones absurdas  de tipo “no valía la pena”, “de algo hay que morir”, etc. La intensidad de la motivación quedaría explicada por la atribución causal y el grado de disonancia cognitiva que se aplique a cada situación.