Formación de las emociones

El proceso de formación y la importancia de la autoestima

Aquí se ha señalado varias veces que la formación de las emociones, y sobre todo de la autoestima, es el resultado del proceso de crecimiento, los componentes temperamentales heredados, las primeras experiencias de interacción social en la infancia y relación con el ambiente. Antes de definir la autoestima resulta importante considerar que durante las últimas décadas ha cobrado mucha importancia puesto que se relaciona con el éxito académico, el correcto afrontamiento de las situaciones conflictivas y el relacionamiento con otras personas. Tal es su importancia que según Mruk (2006) se considera la autoestima como uno de los tres factores más significativos como co-variable que explica una gran diversidad de aspectos psicológicos y sociales, junto con el género y la predominancia afectiva.

AUTOESTIMA

Antes que iniciar una definición “formal”, podemos deducir que cada persona tiene una idea de lo que significa autoestima, puesto que es un término muy popularizado en el lenguaje cotidiano, decimos de una persona que tiene autoestima cuando se respeta, tiene sentido de su dignidad, cuando muestra estabilidad en sus emocionales, no se deja influir negativamente por otras personas, etc. En definitiva consideramos que la autoestima es una virtud, de valoración positiva, de aprecio y respeto hacia uno mismo que se manifiesta en la relación con otras personas y con las actividades que se realiza. Asumamos, además, que un exceso de autoestima puede ser considerado arrogante, incómodo y, en ocasiones, bastante ingenuo puesto que una persona con una autoestima por encima de sus verdaderas capacidades puede asumir riesgos o responsabilidades que no se encuentra en condiciones de afrontar. La autoestima baja suele observarse en personas con acuciantes problemas psicológicos como las crisis de ansiedad, depresión, esquizofrenia, por otra parte se puede apreciar una exagerada autoestima en los trastornos narcisistas de la personalidad y en los rasgos antisociales y violentos.

Desde el punto de vista de la investigación psicológica, Mruk plantea que la autoestima está compuesta de manera bidimensional, son dos factores los que intervienen en ella. Por una parte un componente de competencia, referente a qué tan capaz se siente una persona para realizar algo como consecuencia de evaluar los éxitos que ha logrado ante los desafíos de la vida y por la otra se compone de la dignidad o vida digna. Considerando sus dos componentes la autoestima quedaría definida como la “condición de vida en la que la persona tiene competencias propias para afrontar los desafíos de vivir dignamente a lo largo del tiempo”. (Mruk, 2006, p. 28, traducción realizada con ayuda del traductor en línea de Google).

Frustración

La frustración es una sensación negativa que aflora cuando se coarta el camino hacia la consecución de un objetivo y se define como “el estado emotivo y motivacional que resulta de un bloqueo persistente de la conducta dirigida hacia un objetivo” (Krech, Crutchfield y Ballachey, 1978, p. 146). La frustración es una emoción desagradable y varios investigadores discuten de si se trata de una emoción básica o secundaria, sin que exista un acuerdo al respecto (Kamenetzky y otros, 2009). La frustración no es necesariamente es “mala” puesto que puede desatar consecuencias positivas o negativas, puede ayudar a las personas a corregir sus autoconceptos, a fortalecer el carácter o a buscar alternativas más efectivas para alcanzar los objetivos y, por otra parte, puede conducir a la violencia, la delincuencia, el crimen, incluso, a la guerra. Las situaciones que impiden la consecución de los objetivos pueden ser diversas: la propia persona por la complejidad de su estructura mental, el ambiente físico (la disponibilidad de recursos), el ambiente social, las limitaciones físicas y biológicas, por citar algunos.

Habitualmente las personas desarrollan mecanismos defensivos ante la frustración: la agresión (sea física o verbal), el malestar, el malhumor, la racionalización (disonancia cognitiva), la negación, etc.

Autoconocimiento y autoconcepto

El autoconocimiento se refiere al grado en que una persona toma conciencia de sí mismo, de sus procesos internos (formas de pensamiento, sentimientos, actitudes y creencias) y de su relacionamiento interpersonal (asertivo o no), teniendo en cuenta sus competencias y limitaciones. Muchas personas adolecen de un autoconocimiento superficial o inadecuado, tienen un concepto de sí mismos que no se ajustan a la realidad, por lo tanto, el autoconcepto se encuentra estrechamente relacionado con el autoconocimiento. El interés por estos procesos en la psicología se ha manifestado desde sus inicios, pero alrededor de los años ‘70 se produce un notable cambio puesto que empieza un interés por identificar las dimensiones del autoconcepto (no considerarlo como componente único), se han propuesto modelos jerarquizados (con diferentes niveles) y multidimensionales, así el modelo de Shavelson, Hubner y Stanton considera no solo estos aspectos sino la posibilidad de modificar el autoconcepto en cada una de las dimensiones (Esnaola, Goñi y Madariaga, 2008). El autoconocimiento resulta de vital importancia en las intervenciones psicológicas con adolescentes y personas con problemas de relacionamiento, por lo tanto, el que sea modificable constituye un aspecto importante para la psicoterapia y demuestra que no se trata de un componente “estructural” de la persona.

El autoconcepto consiste en un conjunto de juicios tanto descriptivos como evaluativos acerca de uno mismo. En él se expresa el modo en que la persona se representa, conoce y valora a ella misma. Aunque a menudo se usan de manera equivalente autoconcepto y autoestima, ésta en rigor constituye el elemento valorativo dentro del autoconcepto y del autoconocimiento. (Cardenal y Fierro, s/f).

Importancia del autorrespeto y el autocontrol para el crecimiento personal

Probablemente mucho más que en otra época en la historia de la psicología se le dedica tanto interés en los aspectos emocionales abocados a al “sí mismo”, un esfuerzo intenso por fortalecer las habilidades yoicas, las que nos vinculan con el ambiente, para mantener el mayor control posible sobre las relaciones interpersonales que constituyen la base principal del funcionamiento social.

Continuando con los temas abordados en esta unidad, aquí nos referiremos a otros dos elementos de esta naturaleza: el autorrespeto y el autocontrol.

  • Autorrespeto: puede considerarse como un elemento importante de la autoestima pero su manifestación puede ser acotada a tener claridad sobre los límites interpersonales, por una parte respetarse a sí mismo implica no exponerse innecesariamente a situaciones que pueden resultar dañinas, esto se refiere principalmente a las relaciones interpersonales con personas que pueden actuar de manera abusiva (en el trabajo, las relaciones familiares, las relaciones de pareja) lo que se traducirá en estrategias asertivas para remarcar los límites a las otras personas. Buscar ayuda cuando se la necesita, valorarse y cuidarse con los componentes principales del autorrespeto.
  • Autocontrol: El autocontrol se manifiesta en la capacidad de controlar los impulsos emocionales, los deseos, las reacciones emocionales en las relaciones interpersonales. Una escasa capacidad de autocontrol caracteriza a la persona impulsiva que permanentemente se encuentra envuelta relaciones conflictivas, la obliga a que se encuentre frecuentemente asediada por sentimientos de culpa o arrepentimiento por haberse “dejado llevar”, en caso de que se sienta responsable de sus actos, o si, por otra parte, no le presta atención a sus arrebatos, genera vínculos muy difíciles de mantener puesto que permanentemente daña a otras personas y puede terminar aislada. Las personas impulsivas, además, tienen muy baja tolerancia a la frustración puesto que regulan sus impulsos y la imposibilidad de alcanzar sus metas les genera ansiedad y angustia. Últimamente se ha prestado interés al estudio de los procesos regulatorios, más específicamente la regulación emocional como recursos para ganar dominio sobre los impulsos.